Ponerse al día
en la fila de entrada
a un concierto.
Cantar temas conocidos,
algunos nuevos para ti
y bailar alguna rumba.
Blues nocturno en un jardín
con aire de primavera.
Brindar por un año
que empiezas.
Comer unos churros
cruzando un puente
mientras tus cabellos vuelan
y se alborotan los míos.
Y unas risas cómplices.
Eso podría ser la felicidad
(o al menos unas chispas).
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