martes, 2 de abril de 2013

Erin Brockovich

Algunos de vosotros ya sabéis que hace unos días vi de nuevo la película Erin Brockovich y me enganché a su interesante argumento y a los buenos actores. 

Por resumir, la película cuenta la historia de una chica que entra a trabajar en un modesto despacho de abogados y, llevando un caso pro-bono, descubre que la fábrica de una gran corporación es responsable de vertidos altamente contaminantes que durante años han afectado a toda la población de Hinckley, California y las fatales consecuencias en la salud de sus habitantes. A partir de ahí empieza a investigar hasta que al final consigue que la empresa sea declarada culpable y se tenga que hacer cargo de indemnizaciones millonarias sin precedentes.


De lo que no me había dado cuenta las veces anteriores que la había visto es de que al final aparece la típica pantalla de película "based on a true story" que explica qué sucedió después. ¡Ostras, así que se trata de una historia real!


Llevada por la curiosidad, tecleé el título en Google y la primera entrada que apareció fue la de un "defensor del consumidor" con ese nombre "especializado en conflictos medioambientales y derivados de productos farmacéuticos o médicos". Al poco pude ver que Erin existía en realidad y que, después del caso que la llevó a la fama, creó esa fundación con su nombre y desde entonces se ha dedicado a investigar casos de naturaleza similar.


Erin Brockovich real
¿Y en qué se parece la historia a la vida real? Pues en casi todo, cuenta Erin en su web. Tiene 3 hijos, había llegado a ser Miss y se acababa de separar. Actualmente tiene 52 años.
Lo que no nos cuenta es qué pasó con el vecino motero, su novio y canguro de sus hijos en la película. No debió de acabar bien.



lunes, 4 de marzo de 2013

Chibage chevarungu

granada
Chibage chevarungu. Así se llama la granada en el idioma shona (uy, ¿dónde se habla shona?). Me contaron que significa "el maíz de los blancos" y me imaginé cómo llegaría el fruto rojo a tierras africanas. Empecé a darle vueltas, ¿de dónde vendrá esta fruta? Porque la palabra en inglés y en alemán (pomegranate y Granatapfel, algo así como manzana granada) tiene toda la pinta de venir del francés, y a su vez el francés...¿del latín?

Mientras me voy desgranando una me propongo investigar su origen, ¿desde cuándo se conoce? ¿vendrá del nuevo mundo?
Pronto descubro que me estoy equivocando. Las primeras búsquedas indican que se cultiva en las mismas zonas que naranjos y olivos, inicialmente en la zona de Irán, y que se conoce desde tiempos muy remotos. ¿Y cómo de remotos? Pues en Asia desde hace unos 5.000 años, aparece representada en los jardines babilonios y se sabe que los antiguos egipcios incluso la incluían como objeto funerario.

Fueron los fenicios los que la introdujeron en Roma, donde la llamaron malus punica o malus granata. ¿Y qué es malus? Otra búsqueda me aclara que significa manzano, ¡aaahhh, eso explica la denominación en otros idiomas!

Turno de pelearse con(tra) esa membrana amarilla del interior de mi granada,  y con mi curiosidad lingüística ya más tranquila, en mi imaginación empiezan a aparecer mapas antiguos de rutas en barco, conquistas, mercaderes, cocinas (¿será por eso que me gustó tanto aquel pollo  Khoresh Fesejan que comí en un restaurante persa
? Estaba delicioso), y esos granos rojos que llaman tanto la atención y que sin duda influyeron para ir pasando de cultura a cultura.

Con lo que a mí me gustan, ¿por qué lleva tanto tiempo comer una (a no ser que la compres envasada en una cadena de supermercados de cuyo nombre no quiero acordarme)?   Al tiempo que extraigo los últimos granos me pregunto, ¿cuántos de esos habrá aquí dentro? ¿Alguien se ha entretenido alguna vez en contarlos?

Parece que sí...una granada de origen español contiene una media de 709 granos, pero en algunas iraníes han llegado a contar hasta 1.263, que ya son ganas... 

viernes, 22 de febrero de 2013

¿Y tú, cuántos vatios irradias?

Y tú, cuántos vatios irradias
Hace unos días asistí a una divertida charla en la que decían que las personas somos como bombillas: unas funcionan a 30.000 vatios (lectores científicos, ¡decidme si eso es posible!), otras a 3 o 4.000 y otras apenas se encienden o directamente van fundidas por la vida.

Desde entonces entretengo los trayectos atribuyendo vatios a las personas que me cruzo por la calle, a los vecinos de vagón del metro, como aquel anuncio que contaba calorías en los estantes del supermercado. "Este chico...mmm...10.000"; "Esta señora...uy...necesita una recarga"; "Mira este niño va a explotar de tanto vatio acumulado (y de paso sus padres)"; "Y esta parejita...entre los dos...¡deben de acercarse a los 100.000!".
Así, trayecto tras trayecto, hasta que este curioso ejercicio de observación con efecto boomerang activó una vocecita interna...pero entonces, ¿cómo llevaré yo la bombilla? Unos viajes más tarde se me ocurrió que funciono como una halógena: tenue al principio, gana brillo con el tiempo y es de largo recorrido. 


¿Y tú, cuántos vatios irradias?


Tengo que mencionar a Víctor Küppers, conferenciante aquel día, porque aunque seguramente la idea no es suya, se encargó de transmitirla.

domingo, 17 de febrero de 2013

La Totalidad

La carta que vino a mí de entre toda la baraja. Se volteó antes de mezclar las cartas y como me gustó a primera vista, la cogí. Luego no hubo manera de seguir barajando.

"Esta carta representa la Totalidad, tres mujeres están en lo alto, en el aire, juguetonas y libres y aún así alertas e interdependientes. En un número de trapecio nadie puede darse el lujo de estar "ausente" en lo más mínimo, ni siquiera por una fracción de segundo. Y es esta cualidad de atención total al momento, lo que se representa aquí. Desarrollar la habilidad de ser total en respuesta a lo que venga y como venga, es uno de los grandes regalos. Tomando un peldaño en cada momento de la vida, dando a cada paso atención completa y energía puede proporcionar una sorprendente vitalidad nueva y creatividad a todo lo que hagas".

lunes, 7 de enero de 2013

El corredor

Quim salió a correr. Le costaba levantarse pero le gustaba empezar bien el día. Al fin y al cabo, las 7.00 no era tan temprano y de todas maneras tenía que sacar a Warlock antes de ir a trabajar. Al principio de sus salidas había dudado si llevárselo con él temiendo que le interrumpiera el ritmo, pero ahora le gustaba su compañía, y sobre todo le tranquilizaba que su pastor alemán estuviera cerca cuando llegaba a aquella zona desierta y destartalada que tenía que atravesar de camino a la playa. Era un paraje inhóspito de grandes naves depositarias de quién sabe qué mercancías. Durante el día los camiones iban y venían sin descanso, pero a esa hora todavía estaba tranquilo y la zona era de un vacío inquietante. Tratando de evitar el frío que le recorría la espalda al recorrer esas calles, Quim solía subir el volumen de la música en sus oídos y ordenar a sus ojos que miraran sin ver. Quería pasar rápido y llegar al puente lo antes posible. Por eso aquella mañana se asustó cuando por encima de sus decibelios oyó los ladridos de Warlock. Asustado, instintivamente paró y se quitó los auriculares. Sus ladridos resonaban en aquellas silenciosas paredes mientras miraba fijamente hacia adelante, donde siempre había un remolque blanco con las puertas abiertas y el interior vacío.

To be continued...

lunes, 24 de diciembre de 2012

La bague d'ingénieur


Me había llamado la atención desde el primer día. Aquel chico llevaba un anillo plateado en el último dedo de la mano derecha, algo poco habitual. Me recordaba vagamente a un estilo celta pero no acababa de ubicarlo. En algún momento me lo quedé mirando más de la cuenta y acabé preguntando "¿Y ese anillo qué significa?". La respuesta fue de lo más curiosa: "Es un anillo de ingeniero civil".
"¿Un anillo de quéééééééé?"

Entonces el chico me explicó que en Quebec, en el acto de graduación al fin de la carrera, les entregaban ese anillo que les tenía que recordar la gran responsabilidad que tiene un ingeniero cuando está trabajando en la proyección de una obra. Y que siempre, siempre, siempre lo tenían que llevar en le dedo meñique de la mano "que trabaja".
Me contó que se inició tras el derrumbre del Puente de Quebec en dos ocasiones, 1907 y 1916, aunque creo que esto es una leyenda. El anillo no es de plata sino de acero. Sí que parece que la tradición se originó con la idea de unir la profesión y que se lleva haciendo desde 1925. Pero a pesar de los años la tradición sigue bien vigente, mi amigo me contó que se sigue llevando el anillo toda la vida y qué él, personalmente, no tenía ninguna intención de quitárselo. Es fácil reconocer a un ingeniero canadiense, solo hay que mirar si lleva el anillo de ingeniero (le jonc d'ingénieur).

 ...

Hace unos días contacté con un amigo alemán del que hacía tiempo no sabía nada. Era su cumpleaños y le quise felicitar. Me contó que ahora vive en Canadá, y como él mismo es ingeniero, le voy a preguntar sobre el tema...